Sobre motivación y autoconocimiento.


Hay veces en que me pregunto: ¿cual habría sido mi perfil psicológico hoy, si desde pequeño me hubiera entrenado en las bondades de los actos virtuosos?, ¿cómo reaccionaría hoy ante las vicisitudes de la vida, si mi educación espiritual hubiera sido, cómo decirlo, más profunda?

Y no es que haya crecido en una familia ajena a lo espiritual, cuando la fuente religiosa era amplia y muy variada. La cuestión es que lo religioso en nuestras culturas occidentales deja muy poco espacio para un entrenamiento espiritual en la práctica, perdiéndose lo esencial en oraciones realizadas como entrenamientos deportivos, sosteniendo un entendimiento pobre sobre las cosas o cuando dichas cosas van mal, pedir por ayuda a un ser supremo que percibimos ajeno a la cuestión cotidiana del hombre. Muchos estigmatizan los dogmas como una limitación a la libertad, generando un rechazo sutil …. cuando yo he ido aprendiendo la fuerza que tiene decidir libremente practicarlos con fe. Pero, eso es un tema para otro día.

Porque, para qué y cómo entrenar la mente son preguntas cuyas respuestas las he ido encontrando en el camino de “mi vida” y quiero ir compartiéndolas con todos. He podido comprobar que dichas preguntas las responden también todas las corrientes religiosas, aunque la mayoría son prácticas muy especiales, algunas hasta demasiado simples y por lo mismo casi ocultas a la mayoría. Situación que en muchos casos transforma “lo religioso” en un corsé que hoy aparece fisurado, frente a una sociedad cada vez más enajenante, auto complaciente y vacía, donde las personas están siendo motivadas a perseguir lo banal alejándose de una sana introspección, mirarse, reconocerse y finalmente sanarse, asi, están arriesgando perderse en frivolidades y morir sin sentido. ¿Me pregunto quién desea esto último? Así los seminarios de auto-ayuda, auto-conocimiento. auto-sanación, etc. están proliferando. 

Entonces, mirarnos cada cual a sí mismos, con honestidad y sobre todo con tranquilidad, puede ayudarnos a encontrar el camino para hallar ese sentido (hoy para tantos, perdido) de la vida. Un sentido que sólo puede dárselo quien “vive su vida”. Eso es la educación espiritual y hablo de educación, pues nuestra mente es como animal salvaje que, sin compasión y sin sabiduría estaría yendo y viniendo entre incontables deseos y miedos persiguiendo una falsa felicidad, sin encontrar nada y en definitiva sufriendo siempre.

Los sueños de este mundo no pueden ser la fuente de esa felicidad, son inestables y cambian de un momento a otro. Nada es perenne, lo que se erige, decae, lo que se une, se separa, los que llegan, se van, al día, le sigue noche, al sol, la lluvia, a la salud, la enfermedad, a la juventud, la vejez, al nacimiento le sigue la muerte, inevitablemente muchas de estas cosas sólo suceden en un sentido y no en otro, una y otra vez, vida tras vida. Meditar en ello es ganar en sabiduría. La vida es un regalo, pero es como agua en las manos. Si no la bebemos (conscientemente... quiero desarrollar esta idea en otra oportunidad) se pierde y ¿para qué?

Todo este preludio y este texto lo he escrito pues quiero introducir un par de preguntas adicionales, volviendo a lo cotidiano, ¿Cuál es la motivación para hacer las cosas que hacemos?, ¿Que es motivación? Cuando realizamos un acto este es la última fase visible de un proceso que no es únicamente empírico, que parte con una idea de la acción, sigue una motivación a la acción, continua con una planificación, y termina con el acto. Una vez realizada la acción se cierra un ciclo, que en budismo llamamos se siembra la semilla del karma. Este proceso sucede en cada acto que llevamos a cabo y los actos los podemos diferenciar en actos virtuosos, neutros y no virtuosos. Por lo tanto, entender lo que es la motivación, cómo nace y cómo se desarrolla en nosotros, es crucial para ayudarnos a conocer mejor, en definitiva, que fuerzas internas nos “con-mueven” a hacer lo que hacemos para la felicidad como para el sufrimiento propio o ajeno.

Analizando la motivación muchas veces me ha invadido la incertidumbre de no saber quién es, en definitiva, el que realiza el proceso descrito. ¿Es nuestra mente, es nuestro cuerpo o es un ente ajeno al uno y al otro? ¿Quién soy yo efectivamente?, En budismo este análisis es de una profundidad no menor, ligado a una realización espiritual de importancia masiva, llamada “vacuidad”. La palabra vacuidad está bien definida, cuyo significado más condensado sería: “vacío de existencia inherente” o algo más extensa: “todo existe con relación a sus partes”. Todos los fenómenos que vivimos y experimentamos resultan ser una expresión de esta “vacuidad”. El mundo que percibimos es una interrelación de causas y efectos y su naturaleza es ilusoria como un sueño. Entonces, el misterio más grande resulta darse cuenta de que en verdad desconocemos que o quien es la persona que me está mirando a los ojos en un espejo.

Espero que les haya inspirado a mirar la realidad del día a día desde otro ángulo invitándolos a observarse más seguido y desenmascarar qué te motiva a hacer lo que haces y quién eres tú realmente.

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