¿Que pasa con Chile?

Hasta hace poco, y me refiero hace unos años nada más, Chile, tras la Dictadura de Pinochet y bien entrado el siglo 21, era el modelo incuestionable de desarrollo y éxito en Sudamérica.
Muchos países miraban a Chile con asombro y hasta con sana envidia. Incluso algunos adoptaron modelos financieros privados de pensiones y salud, por ejemplo que, e ignorando su implementación bajo una dictadura, parecían la fórmula de éxito inobjetable para todos.
Chile mostraba desarrollo, seguridad, seriedad, dinamismo pero y sobre todo, honestidad, tranquilidad, bajos niveles de corrupción, claras oportunidades de inversión y excelentes resultados (macro) económicos. Convirtiendo a Chile casi en un país desarrollado, admirado por la comunidad internacional.
Era cierto también que había y aún existen áreas de mejoramiento diversos (educación, salud, capacitación profesional, seguridad, protección de la cultura mapuche o de isla de pascua, mejor equidad en la distribución de la riqueza, etc.,) pero eso a quien le importaba tanto, si había para todos mucho. Es decir la teoría del chorreo parecía funcionar. Motivada principalmente en que: con trabajo y esfuerzo podrías tener o alcanzar el éxito y si eras empresario tanto mejor. Atención ¡, que esto no ha dejado de ser válido, pero hay resquebrajamientos en tanta teoría económica. No en vano, Chile muestra altos índices de estrés (encuesta Chile 3D-2013, de GFK Adimark) y desórdenes mentales producto de la ansiedad por el éxito, aunque yo agregaría ansiedad por alcanzar una huidiza seguridad económica como única posibilidad de alcanzar cierta tranquilidad, personal o familiar, ante una débil o casi inexistente seguridad social. En fin, resumiendo: todos como conejillos de indias corriendo la rueda tras el espejismo de una fortuna chilensis.
Desde hace unos años como decía al comienzo, esta bonanza de post guerra (o debiera decir de post dictadura) ha ido destiñéndose y no precisamente porque los modelos económicos fallaran, de hecho siguen aún en operación mayormente y estamos claros que demandan mejoras, sino más bien porque los valores en que se sustentaba todo el sistema han ido desapareciendo o, lo que es aún peor me temo, nunca existieron verdaderamente. Lo que solapadamente está sucediendo en Chile desde mi punto de vista, es simple y llanamente la evidencia de una crisis de valores tan antigua como la historia de Chile mismo. Vestigios de una cultura de haciendas y estrictas clases sociales no resuelta, versus la cultura "neoliberal" del emprendimiento que tampoco parece resolver la cuestión del "ser chileno", es más que creo que radicaliza aun más las diferencias endémicas de la sociedad chilena.
En fin, eso es parte de otro análisis. Volviendo a la cuestión, no me voy a extender en los bullados casos (PENTA, SQM, CAVAL, Polar, CMPC, etc…, ) que no se cansan de repetir todos en las redes sociales, en la televisión o los que aparecen en la prensa mundial. Tampoco en proponer cambios económicos, ni sociales, ni desprestigiar modelos de pensiones o salud, o a tal o cual empresa, ni empresarios, ni tampoco a los trabajadores, ni siquiera a los políticos y sus respectivos partidos, que son los más expuestos.
Mi objetivo es calar un poco más hondo, en la raíz de la crisis concentrada, pienso yo, en el ejercicio de una sola palabra, el sustantivo: honestidad, cuya definición: “cualidad de honesto” recae en un adjetivo simple. Este adjetivo tiene cuatro definiciones y una de ellas es: honesto = razonable y justo. Es en estas cualidades donde me pregunto si obramos correctamente. Hasta qué punto son honestas las demandas de tantos sectores de la sociedad chilena?, profesores, estudiantes, trabajadores, etc… cuales de estas demandas son razonables y justas y qué argumentos, a favor o en contra o soluciones hay para cada una de ellas?. Asi mismo, cuales deberes y derechos de empresarios y politicos son razonables y justos y que argumentos hay que los sustentan o no?. Hasta qué punto las “leyes de libre mercado” pueden ser razonables y justas para la interacción social, sin la intervención de las personas que las ejercen? Por último, podemos vernos en nuestro actuar diario con el prójimo y percibir si lo hacemos honestamente?. Y aquí me refiero al dia a dia, con nuestras familias, colegas, con aquellos desconocidos transeúntes con los que nos topamos en restaurantes, farmacias, en el taxi o en el metro, etc…?
En las, así llamadas, sociedades desarrolladas, el ejercicio de la honestidad va ligada directamente con el grado de confianza que las personas ejercitan y depositan en el prójimo y en las organizaciones sociales y económicas. La corrupción rompe este sensible equilibrio que difícilmente se recupera. La intermediación de ciertos poderes del estado, como el poder judicial, por ejemplo, es primordial en este proceso y, sin embargo, no debiera ser el único.
Esto es lo que percibo en Chile, la corrupción galopante ha roto este equilibrio, dejando heridas abiertas que parecían olvidadas, incendiado un discurso que pone en duda todo. Una salida a esta crisis no puede venir desde el estado, ni de los empresarios, ni de los trabajadores únicamente, esto es una operación mayor, a nivel personal y definitivamente a nivel país, donde el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, puedan operar como un instrumento que defienda los principios valóricos en los que una sociedad se sustenta y que finalmente recae en cómo obramos particular y personalmente. Es este un tema claro para todos?. De lo contrario corremos el riesgo de no recuperarnos nunca, viviendo bajo el yugo de un nepotismo y despotismos flagrantes, cuyo resultado final es incierto y muchas veces explosivo.
Por esto no creo que los perdonazos económicos, arreglines políticos, soluciones “parche” para tapar los hoyos de un sistema “económico y social” que evidentemente demanda mejoras, sean realmente el camino para recuperar el Chile que creíamos ser. Hay que limpiar lo que está sucio, arreglar lo que anda mal y la única pregunta que queda entonces por responder es quién o quienes podrían liderar estos cambios y con qué herramientas un retorno del ejercicio de la honestidad y la reposición de la confianza, si al parecer en Chile con excepción de los estudiantes, se acepta el estatus quo sin reclamar o proponer cambios?.
Posiblemente peco de ingenuo, pero creo que la respuesta a esta pregunta parte por cada uno, mirándose primero en un espejo. La sentencia parece ser entonces: sé tú el Chile que quieres ver y decir no a la corrupción, no a la colusión, a los abusos de diversa índole y finalmente no a la des-honestidad, por un Chile mejor para todos los chilenos.

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