El mundo al instante o su dicotomía al descubierto




Cuando se habla de pornografía, si, han leído bien; asociamos esta palabra a evidentes desinhibiciones, explícitos ejemplos de cualquier naturaleza cuyos documentos gráficos o textuales tienen como base el sexo y que se utilizan para el jolgorio y la autoexcitación, esto último según la RAE.

En este texto sin embargo, quiero extender el uso de esta palabra a otras esferas de la vida humana. La omnipresencia de los medios, en todos los países, a través de todas las culturas, participando casi instantáneamente ante cualquier evento sea este internacional, local, público o privado (cuya exposición a esos medios se hará seguro tarde o temprano), deja al alcance de muchos el flujo explicito, sin desinhibiciones de documentos gráficos o textuales que tienen como base simplemente nuestra turbada naturaleza humana.

Y digo turbada pues observando este flujo de cosas humanas a través de diarios, revistas, televisión, para nombrar los medios antiguos, además de los “smart phones” y por último del internet, me queda claro, que algo no anda bien con nosotros, tanto individualmente como con nuestra sociedad.

No quiero pecar de inocente y decir que hoy somos mejores, no, o que el recato al dolor y al sufrimiento, así como al ejercicio de la virtud en todas sus dimensiones, se omita por ignorancia o indulgencia en el mejor de los casos, y esto para el jolgorio de las redes sociales.

Tener acceso a una visión instantánea de nuestra naturaleza, transforma irremediablemente la débil gracia de una ilusoria felicidad alcanzada en el aquí y el ahora. Observando ese flujo explícito y claro de cosas humanas a través de los ríos de información tipo “Facebook” por ejemplo, se percibe una al lado de otra, desde la bondad de la virtud ejercitada por un ser humano para salvar animales en emergencia, como las fotos y videos del desastre de la guerra y la muerte de tantos víctimas inocentes; desde los milagros de la tecnología y la ciencia, como la falta de alimentos en muchas regiones del globo; desde el logro político en ciertas áreas sociales de algunos países, como la evidente corrupción de poderosos grupos económicos en tantos otros; desde la intocable belleza de la naturaleza en lejanos rincones geográficos, como el desastre de la contaminación de océanos y valles que provoca nuestra avidez de riquezas; desde el llamado a rezar para el alivio de tal o cual sufrimiento de personas y familias, como otros llamados a luchar para alcanzar los sueños individuales o colectivos de felicidad y éxito. Todo esto y mucho más expuestos sin cesar, en una danza pornográfica digo yo, de virtudes y pecados, de sonrisas y llantos, de alegrías y tristezas, de luz y de sombras, de vida y de muerte Evidencia irrefutable de la dicotomía de nuestra propia naturaleza, expuesta para el regocijo de no sé quién o quienes.

Lo que si estoy seguro es que no es para mi regocijo. Por alguna razón, profunda y muy personal, estoy siendo consciente de la percepción del devenir puro de la naturaleza del hombre sin tapujos, sin inhibiciones, sin prejuicios. Una observación en que voy ganando sabiduría, ecuanimidad y claridad en el mejor de los casos. Pues es evidente lo absurdo que resulta todo a al luz del exhibicionismo irrefrenable de hoy y lo peligroso de perderse en él tratando de encontrar alli algo que nos haba feliz. 

Quizás el verdadero significado de todas las cosas que hoy pasan en el mundo y de la que somos espectadores y actores al mismo tiempo, de manera instantánea y muchas veces involuntaria, radique en que podamos despertar de una vez.  Despertar entonces, sería trascender esa dicotomía tomando conciencia de que ella forma parte de cada uno de nosotros y el primer paso para trascenderla es su observación, su introspección y su aceptación y una vez echo esto, decidir a conciencia qué nos identifica finalmente, el dolor o la dicha. 

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