Algunas palabras de mi maestro ... (2)


En una  bella mañana de otoño, encontré a mi maestro al borde del lago, dándole de comer a unas aves. Le había buscado por todo el templo, necesitaba su consejo. Me senté a su lado en silencio.
El como si no me hubiera visto, continuaba dándoles migajas de pan a patos y palomas que revoloteaban alrededor nuestro.

De pronto, extendiendo su mano con trocitos de pan hacia un pato grácil y alegre, me dice: ellos tampoco sabían que iba a venir esta mañana. Tampoco sabían que traería comida. Ellos se alegran simplemente, aquí y ahora. Entre ellos y nosotros,  no hay diferencias para un momento de felicidad, un momento que, sin embargo nosotros podemos dedicarlo a la felicidad de todos los seres, comentó sonriendo y sin mirarme. 

No podré participar en el retiro espiritual del fin de semana que viene, le dije como si ninguna otra cosa fuera más importante. Tengo tantas responsabilidades y tanto trabajo y sin embargo quiero asistir. Eso me tiene muy triste.

Y él continuó, … a veces en invierno cuando el lago se congela y hay nieve por todas partes, vengo a este lugar y traigo comida. Hay menos aves en invierno. Estos animalitos deben buscar su sustento y sufren, algunos enferman y muchos mueren. Su voz se hizo más pausada y profunda. Y sin embargo, los que vienen se alegran de poder recibir migajas y alimentarse.  

Entonces como si no me hubiera visto, cerrando sus ojos preguntó; Quién eres o mejor dicho quién quieres ser Juan, el que recibe o el que da migajas para ser feliz?. Y abriéndolos nuevamente, continuó dándole de comer a las aves, que alegres revoloteaban alrededor nuestro.  

En ese momento no supe que contestar. Me levante en silencio. Él se quedo allí con las aves, el sol, las migajas de pan y la alegría.

Meditar su pregunta fue un rompimiento profundo de paradigmas, donde las migajas no son lo importante. No asistí al retiro aquel fin de semana. Sin embargo, fui a trabajar alegremente, dedicando cada momento a la felicidad de todos.

Decidir quienes somos en el camino espiritual, es a veces tan simple y tan profundo como darle de comer a las aves. 

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