La muerte

La vida sin ella es incompleta y la eternidad un absurdo. 
   
Escribir sobre la muerte  no es fácil. Porque, y más aun considerando que hemos muerto y renacido eones, ella es una desconocida.
   
Con un prisma matemático la muerte equivaldría a una función que lleva todo a cero, o al origen desde un punto de vista cartesiano. Tiene la función de borrarlo todo, despejar caminos y tormentos. No en vano se habla de ella como del descanso eterno.  
   
Es como la lluvia. Cae sobre ricos y pobres, sobre buenos y malos. A cada uno le llegará su hora irremediablemente. Sé que voy a morir, también sé que el momento de mi muerte es incierto, por lo tanto podría morir hoy. Entonces, qué valor esconden los momentos a luz de su sombra? Y qué sentido adquiere la vida cuando llega la muerte?
   
Frente a ella se desbarata el orgullo, la arrogancia y la estupidez se esfuma. El ego da vueltas en su último suspiro y desaparece como humo llevado por el viento.  Mis manos dejan de asir la tierra y mis ojos la luz de las estrellas, exhalo el último respiro y justo cuando veo que ya no existo, dejo de escribir sobre estas hojas y desaparezco, cayendo mis párpados, callando mi voz. 
   
En algún lugar quedarán las palabras no dichas, el  trabajo inconcluso, los deseos insatisfechos, la ira, la ignorancia y el dolor. En algún lugar la alegría, la sonrisa,  la soledad y el llanto, y .. el amor?. 
   
Es una liberadora de cadenas y mientras menos cadenas arrastremos más fácil es su labor.  Y sin embrago, creo que el amor es el único conjuro que atraviesa sus umbrales, acaso la única nave que surca sus mares  llevando en su regazo la semilla de un corazón. 
   
Así, viviendo el mundo,  alzo la voz gritando, viva!, viva la muerte y el amor, que ambos vencen la sinrazón.

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