El amor es más fuerte


Corrían los años 80 en Chile. Había resistencia social a la arrogancia de la dictadura de Pinochet y yo, mientras participaba en los movimientos estudiantiles en contra de la opresión, andaba con una polola simpatizante del dictador y vivía sólo en una casa de estudiantes arrendando un cuarto. Eran tiempos de cambios y desafíos.

Nada hacía pensar que Juan Pablo II, el Papa viajero, fuera a pisar suelo chileno, pero así fue. Tampoco pensé ir a verlo, recorriendo en su Papamóvil las calles de Santiago, pero así fue también.

Fui a verlo, corriendo tras su imagen entre la muchedumbre. Una roca blanca imbatible entre un océano de gente, ávida de bendiciones. Él simplemente las daba.

Llenó el estadio nacional y en medio de esa masa de almas, en medio de una dictadura fría y calculadora, grito sin inmutarse, varias veces enérgico y tranquilo: “el amor es más fuerte”.

Así, lo recuerdo hoy. Una roca de granito, inmutable, misericordioso, sonriente, amoroso, compasivo y lúcido. Sólo con su ejemplo, nos mostró como practicar el amor en su más alto misterio: el perdón.

Para mi hoy, que practico Budismo mahayana, él fue una manifestación de un ser superior, un Boddhisattva.

Hace unos días, desde un hotel en Quito, presencié por televisión, la ceremonia de su beatificación en el Vaticano, junto a otros miles que se agolpaban en las calles frente a la basílica de San Pedro.

No quise cambiar de canal pero lo hice. Me encontré con otro evento, uno menos sublime, pero igualmente concurrido. Miles eran también quienes celebraban el asesinato de Osama Bin Laden.

Me quedé en silencio un momento, como si tuviera que decidir en que evento tomar parte. Pedí, siempre en silencio, por la luz, la misericordia y el perdón.

El mundo, todo lo que percibimos esta en nuestra mente, nos enseña el Dharma de Buda, entonces medité: Ambas situaciones están en mi mente, ambas me estaba mostrando un camino, elegir el correcto es más que sólo una cuestión ética. De pronto, las palabras de otro gigante, Mahatma Ghandi vinieron a mi mente: “ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.

Entonces cambié de canal y volví donde Juan Pablo II y me quedé ahí meditando en silencio su mensaje vivo y vivido por tantos. Deseo que, en tu sabiduría y misericordia, perdones a Osama Bin Laden y a sus ejecutores, y a otros que festejan la muerte, allí donde siempre el amor es más fuerte.

OM MANI PEME HUM.( Mantra de la misericordia)

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