Historia de un amor naufragado


...recién ahora comienzan a salir mis historias personales. Cosas del tiempo. Les deseo felicidad a todos...


Conocí hace muchos años a una mujer excepcional. Se preguntarán ustedes, que tenía de excepcional. Difícil decirlo hoy, un aura en la que se enredó la mía, diría yo. Cómo haya sido, resultó que me robo el aliento. No respiré por semanas. Sólo recordar su mirada ya no me cabía aire en los pulmones. Era de tez blanca muy blanca, ojos verdes, grandes como lagunas de selvas desconocidas, una sonrisa amplia y sincera, de cabello oscuro, alta, de caderas anchas, piernas largas y esbeltas, como esculpidas por un Dios griego.
Anduve medio ahogado por semanas, hasta que en un arranque de bravura me atreví a hablarle sin que se me cortara la voz.
Ante tal imagen, esperaba encontrar una persona compleja, llena de altiveces y contrastes irresolubles, pero no, no fue así. Ella era simple como nube de verano. Quizás muy simple. Para ella o era de día o era de noche, y sin hacerle caso a la razón, quién lo hace; me enamoré perdidamente. Corriendo loco tras un sueño, dejé hermanos, amigos y proyectos todos tirados a la orilla del camino. Hace algún tiempo volví por ellos, a algunos los he re-encontrado retratados en una pantalla electrónica, asépticos y serios muy serios, leyendo silenciosos mis historias.

En fin, nos casamos, hubo fiesta, hicimos hogar, viajes, tuvimos hijos, vivimos muchos años la calidez de una ilusión calcada de la felicidad, el final de un cuento: y vivieron felices hasta el final de sus vidas. Pero resultó que de pronto, una tarde en que volvimos a mirarnos a los ojos, no encontré los suyos, verdes, grandes, como lagunas de selvas desconocidas. Era otra mujer, y yo, otro el que la buscaba. Me decía siempre entre risas y silencios, ten cuidado, mira que puedo tener a todos los hombres que quiera. Extrañé asi el amor que en algún momento seguro nos envolvió, la ternura que alguna vez hubo, la confianza y finalmente la fe. Su frase aquella vez, me sonó a amenaza, vacía, fría, como filo de escalpelo cirujano.

Nos separamos finalmente, hace un tiempo, con anestesia emocional y giro sin retorno. Todo sucedió sin ruido, con unas discusiones por aquí otras por allá, para guardar las apariencias y casi sin darme cuenta me encontré solo, en un departamentito de soltero, con unos hijos amados por correspondencia, en un país lejano y a media vida del final.

No la culpo de nada. Ella continua amenazando a sus amantes con la misma frase, esperando ganar un trozo de amor bien fileteado. Yo la miro en silencio desde lejos, a veces, cuando el reloj anuncia el fin de la visita de un padre de corrido. Ya no me quita el aliento y le deseo lo mejor, ..... sin embargo, en los silencios de algunos atardeceres, añoro ahogarme en unos ojos verdes, grandes, como lagunas de selvas desconocidas....

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